El comprar muchas veces en un comportamiento común en un mercado consumidor, pero en el caso de estos/as pacientes pierden el control con respecto a la adquisición de cosas o bienes. Por lo que tienden a tener consecuencias muy negativas en su entorno, haciendo muchas veces peligrar el equilibrio económico de sus hogares y generan grandes deudas.

La excitación es comparable a otras situaciones como la sexual, el juego, la droga, comer, entre otros. Al igual que estas se apaga pronto, antes de llegar a casa con las compras.

Muchas veces al analizar que compraron, nos daremos cuenta que las cosas son innecesarias – dado que ya estaban en su hogar o closet- o repetitivas, pero el deseo del paciente hace que no analiza eso en el momento de la compra.

Al efímero placer le siguen los remordimientos, las peleas familiares por los gastos desmedidos, el sentimiento de culpa, la depresión y una ansiedad que sólo se apaga con un nuevo atracón consumista. Esta conducta tiene cierta similitud con la bulimia, de ahí que a estos compradores feroces e insaciables se les ha llamado «compradores bulímicos». La compra compulsiva comparte algunos rasgos con las conductas adictivas (se les llama también adictos a comprar o «shopaholics»), particularmente con la ludopatía o adicción al juego, pero sobre todo se parece a los llamados trastornos del control de los impulsos, como la cleptomanía o la piromanía. De hecho, prácticamente en lo único que se diferencian los cleptómanos y los compradores compulsivos es en que los primeros no pagan y éstos últimos sí, aunque a la postre muchos no puedan hacer frente a sus deudas.

Psicóloga Carolina Videla Mallea.